Vivimos en una sociedad en la que
estamos expuestos a unas “normas” desde
que nacemos, quizás no son normas en sí mismas pero son estereotipos que
consideramos como tal.
Los estereotipos de género son las creencias o pensamientos que
las personas tienen acerca de los atributos personales de hombres y mujeres. Es
decir, podrían considerarse como las ideas y creencias que la sociedad en
general ha construido sobre los comportamientos que deben tener las personas en
relación a su sexo y que se trasmiten de generación en generación.
Desde el momento en el que un
bebé nace dependiendo de cuál es su sexo (masculino o femenino) se le asocia un
color, a las niñas rosa y el niño azul. No solo es eso, sino que según vamos
creciendo jugamos con un determinado tipo de juguetes; los propios catálogos de
los grandes almacenes se dividen en la sección de niños, en la que encontramos
muchísimos juguetes estereotipados como camiones, motos, coches, pelotas,
porterías de futbol… y la sección de niñas que cuentan con juguetes como
carritos de muñecas, muñecas, cocinitas, carrito de la compra, carrito de la limpieza, vestido de princesas…
Se asocian las tareas domésticas
a las niñas, ¿Por qué no puede un niño adquirir esos juguetes? Lo más normal
sería que fuesen juguetes para ambos sexos, ya que hay muchos niños a los que
les gustan esos juguetes, pero a veces, son los propios padres los que no
quieren que sus hijos jueguen con ese tipo de objetos (que ellos mismos
encasillan en que corresponden al otro sexo). A continuación comparamos el catálogo de juguetes, el cual se encuentra perfectamente dividido entre la sección para niños (con fondo azul cómo no) y la sección de niñas (obviamente, de color rosa).
Este ejemplo no es el único
estereotipo que podemos encontrar en nuestra sociedad. Actualmente, hay
diversidad de frases que se utilizan de manera continuada, aunque en muchas
ocasiones, somos conscientes de lo que representan; por ejemplo: Los niños no
lloran, las mujeres tienen que llevar tacones, El color rosa es de niñas… Esto
también ocurre a la hora de dirigirnos a los niños, las niñas son princesitas,
por lo tanto las hablamos como si fueran muñequitas sensibles, mientras que a
los niños, les decimos campeón, les motivamos a ser fuerte, a conseguir todo lo
que se proponga, por lo que estamos marcando una clara diferencia.
Estos estereotipos no los
encontramos solo en la infancia; día a día los estereotipos nos persiguen, no
importa tu edad, nacionalidad o características. Nada más encender la
televisión podemos observar anuncios publicitarios en los que las mujeres
anuncian productos de limpieza, cosas para el cuidado infantil, o productos de
bellezas porque “nuestro deber es estar siempre bellas para atraer a los
hombres, cocinarles y cuidarles; en cambio, los hombres aparecen anunciando
coches, herramientas, barbacoas, y ejerciendo un alto puesto en empresas o negocios.
Los estereotipos afectan también
a la hora de conseguir un trabajo: se asocia al sexo masculino la fuerza, o se
les relaciona con los coches: por
ejemplo un mecánico, mientras que a la mujer se la considera más débil e
incapaz de realizar algunos trabajos que se cree que solo deben empeñar los
hombres, las mujeres suelen ocupar otras tareas diferentes. Pasa lo mismo a
hora de elegir estudios se piensa que es más normal que un hombre haga carreras
relacionadas con la ingeniería, las matemáticas o la economía, mientras la
mujeres optarán por la enseñanza, la atención a los demás (enfermería, terapia
ocupacional…)
Como bien hemos mencionado,
actualmente vivimos en una sociedad estereotipada. Miremos donde miremos
podemos encontrar estereotipos. Hoy en día, estos estereotipos (que tienen un
cierto grado de machismo), están determinados como caballerosidad: ellos nos
deben abrir la puerta para que pasemos, ellos deben levantarse y cedernos el
asiento, invitarnos a cenar, llevarnos a casa. Ellos pueden ser claros e ir
solo a tener relaciones sexuales, volvemos al tema de siempre, ellos pueden y
son unos campeones, nosotras somos unas guarras. Para explicar esto y que no
parezca tan descabellado, se llega incluso a recurrir a los refranes “una llave
que abre todas las puertas es una llave maestra (el pene del hombre), mientras
que una puerta que se abre con cualquier llave no sirve para nada (nuestra
vagina)”.
Pero no solo hay estereotipos
infantiles o de sexo. También hay estereotipos físicos, los cuales dependen de
la sociedad y la cultura de cada país.
- En china y en países de Norteamérica, las
personas buscan tener una piel blanca, ya que es sinónimo de belleza y de
pertenencia a la clase “alta”
- En Europa el bronceado es el sinónimo de belleza
y por eso las mujeres buscan estar bronceadas durante todo el año.
Actualmente en Europa hay
“personas”, gracias a dios son una minoría, que no aceptan la diversidad, ya
que consideran que lo diferente no es aceptable. Podemos encontrar estereotipos
en muchos ámbitos, pero quizás los que más problemas generan en cuanto a la
convivencia ciudadana son:
Los estereotipos físicos: lo ideal es estar
delgado, ser rubia de ojos azules, sin arrugas, siempre arregladas, siempre
perfectas en el caso de las mujeres; fuertes, atractivos, rudos, valientes en
el caso de los hombres, da igual que siempre vayan en vaqueros, que estén más o
menos delgados,
Los estereotipos laborales: un alto cargo debe
ser desempeñado por un hombre, la empresa debe estar dirigida por él, las
mujeres deben dedicarse a labores que ayuden a los demás mientras los hombres
se dedicarán a negocios bancarios y empresariales. Pero no solo eso, hoy en día
también encontramos estereotipos en cuanto a los estudios, teniendo una
categoría mayor los de ciencias que los de letras, siendo más importante un
ingeniero que un maestro bilingüe.
Los estereotipos sociales: el físico y las
apariencias importan, aunque es cierto que en la mayor parte del mundo su
importancia va disminuyendo, a día de hoy podemos encontrar locales donde no te
dejarán entrar por llevar una determinada ropa, un tipo concreto de calzado, o
simplemente porque tu físico en general es inapropiado para ese lugar. Incluso
en eventos públicos.
Como ya hemos dicho muchas veces,
nuestra sociedad debería avanzar y deberíamos intentar salir del molde al que
intentan que nos adaptemos. Debemos ser libres y felices, con ideas y gustos
propios y sin tener un miedo a encajar o no.
Natalia Gallego y Sonia Dotor.